Tomar la temperatura o usar tecnologías de reconocimiento facial supone un tratamiento de datos personales y una injerencia tan intensa en los derechos de los afectados que debe estar perfectamente ajustada a la legislación. Los termómetros digitales o cámaras de infrarrojos para tomar la temperatura al entrar a empresas, comercios o transportes; la identificación biométrica de jóvenes para validar su examen; las técnicas de geolocalización; o los chatbots (conversar con un programa), recopilan tantos datos que requieren, además del consentimiento previo y libre, hacerse de una forma legítima y respetuosa con los derechos de las personas.


La temperatura es un dato de salud y por lo tanto una injerencia particularmente intensa, y que esos controles se pueden llevar con frecuencia en espacios públicos en los que una eventual denegación de acceso podría desvelar a terceras personas información muy relevante. Hay personas contagiadas pero asintomáticas, que la fiebre no siempre es uno de los primeros síntomas, y que puede haber personas con elevadas temperaturas por causas ajenas a este virus.

Algunas medidas de control pueden tener efectos contraproducentes. La utilización de estos sistemas sin el criterio del Ministerio de Salud podría crear una falsa sensación de seguridad que facilite el contacto con personas realmente infectadas.

No debe dejar de tenerse en cuenta la relación entre los posibles beneficios para el control de la pandemia de algunas tecnologías y los riesgos que éstas tienen para la privacidad. No debe dejar de tenerse en cuenta la relación entre los posibles beneficios para el control de la pandemia de algunas tecnologías y los riesgos que éstas tienen para la privacidad. Ninguna de estas tecnologías puede ser entendida de una forma aislada, siempre al amparo del Reglamento General de Protección de Datos.